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martes, 21 de febrero de 2017

El gran descubrimiento

   Cuando tenia diez años,  viví en el área donde hoy es una de las zonas residenciales mas exclusivas de México, entonces era un pedregal,  un mar de lava volcánica arrojada por el volcán Xitle  que seguramente hizo grandes estragos entre las tribus que entonces habitaban el valle, esto sucedió en época prehispánica .
Mis hermanos menores, Eduardo, Jorge y Jesus eran mis mejores amigos, nos encantaba vagar por los alrededores, bañarnos con el agua de la manguera con la que regaban un sembradío de flores, e ir al pedregal. 
   Me gustaba ir a recorrer ese lugar tan extenso, lleno de formas que alimentaban mi imaginación,sobre todo por las tardes cuando las sombras y la luz hacían que la piedra adquiriera representaciones que me asombraban, era como entrar en otro planeta, en un mundo donde cualquier cosa podía ocurrir, era muy emocionante, tenia que caminar con cuidado, el filo de la piedra, las bisnagas con sus espinas,  las grietas traicioneras podían causarme daño, pero valía la pena jugarse el físico con tal de apreciar ese espectáculo en grises que se extendía por kilómetros.  

    En una de una de esas expediciones encontré una pequeña cueva, baje con cuidado poco mas de un metro y me asusto un poco la oscuridad, mis ojos se fueron acostumbrado poco a poco , no me podía perder esa exploración de ninguna manera, así que a gatas me introduje por la abertura en la roca, mis manos tocaron objetos pulidos y metí algunos en los bolsillos del pantalón, no podía ver mas mas allá de unos cuantos centímetros, estaba demasiado oscuro, decidí retornar con una lampara, cuando salí de la cueva intente ubicarla perfectamente, no había muchos puntos de referencia, pero hice un montículo de piedras, clave una vara en la punta y procure grabarme el camino de regreso a casa. 
  
   A mis hermanos fue a los únicos que les platique la aventura, les advertí que no lo divulgaran, era importante, les mostré los objetos que había sacado, eran pequeños trozos de barro, pedazos de algún objeto mas grande, tal vez una vasija, un jarro, algo por el estilo y decidimos que iríamos al día siguiente armados con la lampara. 

   Tuvimos que hacer tres excursiones, no encontraba el lugar, me sentía como un tonto por no recordar donde estaba el sitio, los dos hermanos que me acompañaban no dejaban de molestarme diciendo que tal vez era una de mis bromas, pero cuando lo encontramos fue algo que nunca he olvidado, como si hubiéramos llegado al sitio donde se encontraba un gran tesoro.

Yo como jefe de la expedición y como el mayor de los hermanos me fui el designado a bajar primero, mi corazón se acelero al máximo mientras lo hacia, apreté el botón de encendido de la lampara justo cuando llegue a la boca de la cueva, me incline y entré resuelto sin pensar siquiera que podía haber una serpiente u otro animal, para mi lo único que importaba era descubrir que había ahí dentro. 
Para mi sorpresa la cueva se hizo mas amplia, tenia otros túneles que se extendían hasta donde alcanzaba a iluminarlos, mis hermanos me gritaron, les dije que podían bajar, entraron y se quedaron maravillados, con el reflejo de la lampara vimos pequeñas figuras de barro, animales principalmente, puntas de flecha y vasijas , pusimos varias de elles con mucho cuidado dentro de una mochila que llevamos, Eduardo se metió mas en uno de los túneles y nos dijo que no se le veía el fin, no dio un poco de temor y decidimos salir. 
Varias veces fuimos al sitio, cada vez nos atrevíamos a llegar mas profundo, pero no había muchas cosas que valieran la pena, casi todo estaba hecho pedazos, una gran piedra labrada era imposible de sacar, estaba atrapada en la lava y era demasiado grande, decidimos que le contaríamos a uno de nuestros maestros, pero luego temimos que nos quitaran lo que ya habíamos encontrado, nuestra colección de objetos de barro que eran un gran tesoro, autenticas piezas de arte de nuestros antepasados. 
Tan solo eran ocho o nueve piezas, pero eran un legado autentico que provenía de hombres y mujeres que vivieron en aquel lugar antes de que llegaran los españoles.
  
 El Pedregal de San Angel, como se le conoce actualmente y donde hoy se han construido lujosas mansiones, es una verdadera cápsula del tiempo y me imagino que han sacado miles de objetos, algunos están en distintos museos, otros fueron a parar a manos de particulares, pero en mi caso se desaparecieron por un accidente.

  Mi hermano Eduardo tenía de mascota un pato, un día el animal se metió entre las nopales y no podía salir, yo intente recatarle, le tire del cuello y el animalito murió. Al enterarse mi hermano, se enojo tanto que empezó a lanzar desde el primer piso aquellas figuras que yo tanto apreciaba, no pude hacer nada, el estaba muy lastimado, mi arrepentimiento no era suficiente, amaba el tanto a su mascota como yo apreciaba mi pequeño tesoro.

  En ese momento fue que realmente me descubrí a mi mismo, yo era un ser que podía sentir coraje, sufrimiento, amor , empatía; un ser con cualidades y defectos capas de reaccionar de distintas maneras ante un mismo evento, los controladores estaban en mi, era capas de comprender el dolor de otros, de frenar mis impulsos a reconocer que había cometido un error, aun cuando fuera un accidente, el daño que había causado tenia una respuesta lógica, las consecuencias de mis actos se reflejan tarde o temprano. Lo aprendí de una manera trágica, nunca hubiera deseado causar tal dolor a mi hermano.

   En el curso de mi vida he intentado siempre recordar ese evento, actuando con prudencia, tratando de no causar daño a otros, pero al igual que en esa ocasión, no he estado exento de sufrir otros accidentes o de cometer otros errores. Tal parece que el hombre tiene que pasar toda clase de circunstancias para conocer su significado, para sentir sus efectos, como si fuera una escuela donde se aprende con la experiencia, para luego opinar al respecto,  por eso es tan importante escuchar a los viejos, sus consejos, sus historias, la manera como sortearon tal o cual suceso, como se enfrentaron a la tragedia, al dolor inmenso, al error y el accidente, levantándose tantas veces después de caídas terribles.

    No he encontrado nunca un mayor tesoro que el que proporciona la experiencia de las personas, son verdaderas joyas que hay que guardar en el alma, en la mente, tomarlas siempre como referencia antes de tomar una decisión importante, caminar lentamente nos hace ver con mas claridad lo que hay delante, no caer en las grietas, no pisar las bisnagas, eludir las serpientes, las filosas piedras del pedregal de la vida para llegar a esas grutas donde los grandes descubrimientos se hacen realidades que nos causan verdadero gozo, la inmensa alegría de encontrarnos a nosotros mismos. 

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